La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa, es decir, causada por una destrucción progresiva de las neuronas cerebrales. Una enfermedad que se corresponde con el tipo más común de demencia –supone entre un 60 y un 70% de todos los casos de demencia, para un total de 30 millones de pacientes en todo el planeta– y para la que aún no existe ningún tratamiento capaz no ya de curarla, sino de frenar su progresión. De hecho, el arsenal terapéutico solo cuenta con un único fármaco, denominado ‘memantina’, para el tratamiento del alzhéimer. Un fármaco, además, que fue aprobado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ya en 2002. Es decir, llevamos cinco lustros sin ningún nuevo fármaco frente al alzhéimer. Sin embargo, esta situación de ‘vacío farmacológico’ podría cambiar radicalmente en la próxima década, sino antes. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por la organización UsAgainstAlzheimer’s y presentado en el marco de la Conferencia Internacional 2017 de la Asociación de Alzheimer que se está celebrando en Londres (Reino Unido), en los próximos cinco años se podrían poner en marcha hasta 35 ensayos clínicos en fase avanzada –ocho en fase II y 27 en fase III– para evaluar la eficacia de fármacos candidatos frente a la enfermedad.
Como explica George Vradenburg, presidente de UsAgainstAlzheimer’s, «el programa de investigación farmacológica de la enfermedad de Alzheimer, ‘estropeado’ por décadas de fracasos y falta de inversión, necesita de grandes victorias. Gracias a la creciente inversión de las compañías farmacéuticas, podemos mostrarnos optimistas, si bien con cautela, de que la actual cosecha de innovaciones en el alzhéimer traerá soluciones muy necesarias para las familias en un futuro próximo».
Investigación creciente
El alzhéimer es una de las enfermedades en las que se están realizando un mayor número de estudios preclínicos –la consabida ‘investigación básica’–. Unos trabajos que, ya sean llevados a cabo con cultivos celulares o con modelos animales –por lo general, ratones–, resultan absolutamente necesarios para conocer los mecanismos que desencadenan la enfermedad. Y es que si no se sabe dónde está el problema, difícil será solucionarlo. Pero estos estudios preclínicos deben ser siempre el ‘preludio’ de los ensayos clínicos farmacológicos, en los que se evalúa tanto la seguridad como la eficacia de los candidatos a medicamentos ya en los seres humanos.
Como indica David Morgan, miembro de UsAgainstAlzheimer’s, «no hay una bala mágica cuando hablamos de tratar la enfermedad de Alzheimer. Y cuanto más sabemos sobre las causas, más cerca nos encontramos de lograr una cura para esta enfermedad con una carga tan enorme para los pacientes, sus cuidadores y los sistemas sanitarios de todo el mundo».
En este contexto, un informe reciente de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC) ha alertado de que la cifra de fallecimientos por el alzhéimer se ha incrementado en un 55% en solo 15 años –entre 1999 y 2014–. Y teniendo en cuenta que la esperanza de vida de la población es cada vez mayor, el futuro se presenta aún menos halagüeño. De hecho, se espera que para la actual cifra de pacientes se haya triplicado ya para el año 2050.
Y llegados a este punto, ¿qué se está haciendo para cambiar esta situación? Pues según el nuevo estudio, las compañías farmacéuticas están llevando a cabo mayores inversiones en sus programas de investigación y desarrollo (I+D) farmacológico frente a la enfermedad. De hecho, el número de ensayos clínicos en fase II –en los que se evalúa la eficacia y seguridad del fármaco candidato en pacientes– es en este 2017 un 18% mayor que en 2016 –58 frente a 49–. Y el de ensayos clínicos en fase III –en los que debe confirmarse la eficacia del fármaco candidato mediante su comparación frente a placebo o a los tratamientos ya existentes y que, de tener éxito, conllevan a la aprobación del fármaco por las agencias reguladoras como la EMA–, un 7% superior –32 frente a 30–. Es más; ya en este 2017 se espera la finalización de seis ensayos clínicos en fase III con fármacos frente a la enfermedad.
¿Al alcance de los pacientes?
Sin embargo, de nada servirá contar con fármacos para tratar, o curar, el alzhéimer si estos no llegan a sus destinatarios. Esto es, a los pacientes. Y a este respecto, los autores plantean la siguiente pregunta: ¿están los sistemas sanitarios preparados para garantizar que las personas con alzhéimer o en riesgo de padecerlo tengan acceso a los últimos tratamientos innovadores una vez lleguen al mercado?
Como concluye George Vradenburg, «la enfermedad de Alzheimer es comúnmente infradiagnosticada, y Estados Unidos adolece de una falta de geriatras. Unas situaciones además, que crecerán en el futuro cuando según envejezca la generación del ‘Baby Boom’. Los sectores públicos y privados deberán colaborar estrechamente durante los próximos años para asegurar que los pacientes tengan acceso a estos fármacos una vez se encuentren disponibles».
Fuente: www.abc.es