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Entender y gestionar la irritabilidad que puede presentar una persona con Alzheimer.

La irritabilidad podría considerarse uno de los síntomas conductuales de la enfermedad de Alzheimer. Puede acompañarse de agresividad o de hiperactividad física e inquietud, es decir, englobada en lo que se conoce como “agitación”. Normalmente, estas manifestaciones son particularmente difíciles de sobrellevar por las personas que cuidan a un ser querido con Alzheimer.

No obstante, no siempre son síntomas inevitables ni para los que solo queda responder con resignación o desespero: el comportamiento de una persona puede tener una causa identificable y que podemos atender. En este artículo daremos unas pautas para tratar de entender la irritabilidad en una persona con Alzheimer y algunas orientaciones para gestionarla.

¿Qué es la irritabilidad y cuándo aparece?

Desde la biología, la irritabilidad se entiende como una respuesta natural o un mecanismo de autorregulación de un organismo ante estímulos (sean internos o externos) que dañan su bienestar o su estado natural. En un plano psicológico, la irritabilidad se entiende como una reacción exagerada o desproporcionada, y generalmente inesperada por el entorno de la persona que la manifiesta, porque no se perciben o comprenden los motivos que la han provocado.

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La irritabilidad puede aflorar en cualquier persona ante situaciones de frustración, desconcierto o estrés. La frecuencia o medida en que se manifiesta depende de la percepción individual del hecho o situación que la desencadena, además de otros factores relacionados con la personalidad y los recursos de afrontamiento de cada quien.

A diferencia de otros síntomas conductuales, como la deambulación aparentemente sin sentido o las alucinaciones, que suelen aparecer en fases moderadas o avanzadas, una persona con Alzheimer puede manifestar irritabilidad en cualquier fase de la enfermedad. Igual que la podía manifestar antes de la aparición de la enfermedad, solo que ahora seguramente será más frecuente.

Una persona con deterioro cognitivo a menudo no es capaz de expresar adecuadamente lo que le sucede, o incluso de identificar el problema, algo que forma parte de su dificultad para dar sentido al mundo que le rodea. Eso es en sí mismo causa de frustración y desconcierto y, como la persona cuidadora es a quien tiene más cerca, esta suele ser el objeto de su irritabilidad.

Factores que pueden propiciar la irritabilidad en personas con Alzheimer

Antes que nada, hay que recordar que toda conducta está motivada por algo, es decir, que tiene una razón. Ese “algo” puede ser externo a la persona, es decir, del entorno, o interno, relacionado con una alteración de su bienestar.

Por lo tanto, una de las claves para tratar de mitigar la irritabilidad de una persona con Alzheimer está en procurar identificar su posible causa y ver qué podemos hacer al respecto. Recordemos que, debido a las dificultades de comunicación derivadas del deterioro cognitivo que padece, a menudo, la conducta será la vía de expresión de lo que le molesta o incomoda.

Entre los posibles factores externos que pueden ser fuente de irritabilidad podemos encontrar, entre otros:

  • Un ambiente excesivamente ruidoso o con mucha gente.
  • Alteración de las rutinas cotidianas.
  • La ingesta de sustancias estimulantes (café, té…).
  • Algunos fármacos.
  • No sentirse comprendido o ser contradicho.

Por otro lado, entre los factores internos, algunos que pueden ser causa de irritabilidad son:

  • dolor
  • hambre
  • sed
  • fatiga
  • sensación de frío o de calor
  • necesidad de orinar
  • sentirse perdido

Algunos consejos para tratar de mitigar la irritabilidad

Según lo expuesto, lo primero es procurar identificar la causa para ver si la podemos eliminar o modificar y, así, contribuir a que la persona con Alzheimer se tranquilice y se sienta reconfortada.

Para eso, es fundamental observar el entorno, atendiendo a cómo es de ruidoso, concurrido, temperatura ambiental…, así como a señales que puedan indicar que la persona pueda estar sintiendo dolor o malestar: fiebre, tocarse o frotarse a menudo una parte del cuerpo, llevarse cosas a la boca, andar arriba y abajo mostrando desconcierto…

Si hemos podido detectar la posible causa, actuaremos para tratar de eliminarla o disminuirla, por ejemplo:

  • Saliendo al aire libre o cambiando de estancia si el lugar está muy concurrido o es muy ruidoso.
  • Tratando de ajustar la cantidad de ropa a la temperatura o regular la climatización.
  • Procurando una acción adecuada para mitigar el dolor (un fármaco que sepamos que podemos administrar, un masaje, aplicación de calor o frío local…).
  • Asegurando una adecuada hidratación e ingesta regular de alimentos, etc.

Para procurar que la persona comprenda lo mejor posible que estamos tratando de ayudarla y de aliviar su malestar, y para que nosotros podamos entender lo mejor posible lo que quiere expresar, es clave tratar de fomentar una buena comunicación.

Además, podemos recurrir a algunas estrategias para tratar de suavizar la tensión y facilitar la interacción:

  • Respetar, en la medida de lo posible, su espacio. Como cualquier otra persona, quien padece Alzheimer también puede mostrarse desafiante si se siente agobiado o intimidado porque no se respete su intimidad o su espacio personal.
  • No discutir. La argumentación con una persona que presenta deterioro cognitivo y, por tanto, capacidad disminuida de comprensión y razonamiento, no solo suele ser inefectiva sino, a menudo, contraproducente y causa de irritabilidad (para ambos interlocutores).
  • Tener paciencia. Si actuamos con prisa o hacemos que la persona se sienta presionada para hacer algo o terminar una determinada actividad, nuestro nivel de paciencia disminuirá y, con él, el de la tolerancia, lo que probablemente se reflejará en una mayor susceptibilidad y reacción oposicionista por parte de la persona con Alzheimer.
  • Distraer y relajar. Cuando la persona con Alzheimer parece enquistada en su irritabilidad y no encontramos una posible causa o no la podemos modificar, puede ser de ayuda atraer su atención hacia alguna actividad que le suela resultar placentera. La música puede ayudar, más que a rebajar la tensión cuando es muy alta (cuando puede ser incluso contraproducente), a prevenir los episodios de agitación e irritabilidad. La persona cuidadora también puede recurrir a algunos ejercicios de respiración para controlar su ansiedad ante determinadas situaciones.

La importancia de modificar nuestra forma de actuar

Es fundamental recordar que siempre será más fácil adaptar el entorno que tratar de cambiar o de convencer a la persona con Alzheimer de que debe modificar su reacción. Podemos cambiar el entorno o nuestra forma de actuar y responder a su conducta, pero no podemos cambiar a la persona y, menos aún, cuando está afectada por un deterioro cognitivo progresivo que le dificulta en gran medida la comprensión de lo que sucede.

Intentar controlar o cambiar su conducta, sin más, está abocado al fracaso de la interacción y a un agravamiento de la situación. Nuestro cambio de conducta a menudo se reflejará en un cambio en el comportamiento de nuestro ser querido, aunque hemos de ser conscientes también de que lo que hoy funciona, tal vez no funcione mañana. Siempre hay que ser flexible en las estrategias y la forma de abordar las situaciones de irritabilidad.

 

Entender y gestionar la irritabilidad que puede presentar una persona con Alzheimer (fpmaragall.org)