La mejor noticia para la lucha contra el Alzheimer no ha salido de un laboratorio, sino del Senado de los Estados Unidos. El país de Obama, cuna de la investigación mundial, ha aprobado 400 millones de dólares para seguir estudiando en 2017 la principal dolencia neurodegenerativa, que se suman a los 350 millones aportados este año. Es la mayor inyección económica que recibe la ciencia que busca combatir la enfermedad y, aunque todavía está a años luz de los recursos que se destinan a gigantes como el cáncer o el sida, permite hablar de un antes y un después, y sobre todo de un futuro «esperanzador». «Quiere decir que el Alzheimer se toma en serio, y ahí está la esperanza. La única solución contra el Alzheimer es la investigación. Y la investigación es cuestión de prioridades, de decisiones políticas. Hasta que los países no planteen como prioridad que estamos ante una de las mayores pandemias que afectará a entre el 30 y 40% de la población mayor de 75 años no habrá solución. Y España aún no tiene un Plan Nacional de Alzheimer», denuncia el neurólogo catalán Rafael Blesa, que habla de los nuevos descubrimientos sobre el Alzheimer y del camino abierto para hallar un fármaco que logre controlar el riesgo de sufrir la demencia.
El neurólogo, considerado una de las mayores autoridades del país en la enfermedad, desmitifica la idea de que no sabemos nada sobre el Alzheimer. Aunque las causas siguen siendo desconocidas, «en los últimos cinco años se ha avanzado muchísimo en conocimiento», lo que está permitiendo explorar en varios ensayos clínicos tratamientos para las fases más tempranas.
Un largo proceso de 35 años
Lo primero que aclara el experto es que el Alzheimer no se inicia cuando empiezan los primeros despistes y los fallos de memoria con los que se asocia a la enfermedad. «El Alzheimer es una dolencia con un proceso larguísimo de más de 35 años». Y de la que ya se han identificado dos expresiones claras: la proteína beta amiloide y la proteína TAU, dos marcadores que han revolucionado la investigación y que están permitiendo abrir puertas a un diagnóstico precoz y a posibles tratamientos para frenar el avance de la demencia antes de que se desarrolle. Estas vías están todavía en fase de ensayo, y habrá que esperar a los próximos cinco años para certificar si el salto en conocimiento supone también un salto en fármacos eficaces, apunta el especialista.
Los neurólogos son ahora capaces de diagnosticar el Alzheimer en su primera fase, la preclínica, esto es, cuando todavía no ha dado señales. Lo hacen a través de la proteína amiloide. «En la primera fase de la enfermedad, que puede durar veinte años, esa proteína se va depositando en el cerebro. Cuando pasa ese tiempo, el exceso de amiloide empieza a causar la muerte de las neuronas». Entonces se dan las primeras alarmas de un ligero deterioro cognitivo, que suele atribuirse de forma errónea al proceso natural del envejecimiento. «Ahí es donde aparece la proteína TAU, que es la expresión de que ya ha empezado la muerte neuronal», el principio de la demencia. La fase más grave es también la más evidente, la que acarrea fallos de memoria, desorientación, problemas de comunicación, hasta que el deterioro es tal que la persona no puede valerse por sí misma y dejan de reconocer hasta a su propia familia.
Blesa insiste en que identificar el Alzheimer con el envejecimiento es el primero de muchos errores que pueden minusvalorar la incidencia de este trastorno neurodegenerativo con 30.000 afectados en Euskadi. «Que una persona esté sana, con 30 ó 40 años, no quiere decir que no tenga riesgo de sufrir Alzheimer, porque igual su cerebro ya lleva años acumulando amiloide», apunta. Medir ese nivel de riesgo y atacar a la demencia antes de que se desarrolle es el objetivo de las investigaciones: encontrar un fármaco, o una combinación de ellos, para poder prevenir el Alzheimer. «El equivalente a cuando se descubrió que tener el colesterol alto es un riesgo para sufrir patologías cardiacas. No estamos diciendo que quien tenga mucha amiloide en su cerebro vaya a sufrir Alzheimer, igual que tener colesterol no significa que vaya a sufrir un infarto, pero sí que lleva un biomarcador de riesgo de llegar a desarrollar la demencia», puntualiza.
Los científicos ya son capaces de poner esa etiqueta, de identificar a los pacientes con mayor riesgo de Alzheimer, a través del estudio del cerebro mediante imagen (tomografía por emisión de positrones) y también a través de una punción lumbar para medir el líquido cefalorraquídeo. Ahora que ya saben que el Alzheimer deja su firma, el reto de los próximos años es dar con las estrategias terapéuticas para frenar la acumulación de la proteína amiloide y de bloquear la muerte neuronal cuando ésta ya ha empezado, frente a los fármacos actuales cuando la enfermedad ya se ha manifestados. Queda mucho trabajo por delante, dice el neurólogo, «pero el camino ha empezado».
Dieta sana, ejercicio y no fumar, receta contra la demencia
A la espera de los resultados científicos, la receta contra el Alzheimer también pasa por unos hábitos saludables: dieta sana, ejercicio físico, dormir las horas suficientes y no fumar. «Está comprobado que esos hábitos benefician a las personas que, a pesar de haber acumulado en su cerebro grandes cantidades de amiloide, no han desarrollado lesiones neuronales», afirma el neurólogo Rafael Blesa. La estrategia pasa por ir preparando al cerebro para defenderse cuando aparezcan los riesgos. Y no hay que esperar a la edad adulta o a la vejez. «La obesidad infantil es el enemigo», dice Blesa, igualmente combativo en la guerra contra el tabaco. «Es inconcebible que el Estado ponga un impuesto a un tóxico. Es un puro negocio que mata».
font: el correo.com