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«Los enfermos de alzhéimer y sus familias necesitan prótesis sociales»

 

 Carlos Hernández Lahoz, nacido en Logroño hace 72 años, fue jefe del servicio de neurología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) hasta su jubilación, hace cinco años. Continúa ejerciendo en el sector privado. Junto a su colega Secundino López Pousa, acaba de publicar el libro «Alzhéimer. Guía práctica para conocer, comprender y convivir con la enfermedad» (Ediciones Nobel), una obra estructurada en 90 cuestiones que resuelven dudas, combaten miedos infundados y ofrecen consejos médicos para prevenir el mal antes de que se produzca.

-¿Cuál es la aportación esencial de este nuevo libro?

-El alzhéimer es un asunto complejo y nuestro objetivo es acercarlo lo más posible a un sector amplio de lectores.

-¿No se trata de anunciar grandes novedades?

-No. Ya digo que el alzhéimer es una enfermedad compleja y dura. Se trata de que se conozca y se comprenda un poco mejor. De ayudar a convivir con ese problema de una manera un poco más confortable. De ver las realidades y los problemas desde un punto de vista más razonado.

-¿Hay muchos mitos en torno al alzhéimer?

-No tanto como mitos, pero sí hay un gran temor en la población a padecer alzhéimer o a vivir cerca de un persona que lo sufra.

-¿Y está justificado ese temor?

-Creo que sí. Es una enfermedad devastadora que a menudo genera una disparidad entre lo físico y lo mental. Una persona conserva formas físicas capaces, pero su mente ya no está dotada para responder de una forma autónoma y fluida.

-Usted es neurólogo. ¿Es el alzhéimer una de las enfermedades que más temería padecer?

-Las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, el párkinson y otras, son terribles y afectan a un tercio de la población en la edad tardía. Por lo tanto, junto con el cáncer y la enfermedad cardiovascular, son lo que podríamos llamar el trío de enfermedades finales.

-¿No le parece que una enfermedad que hace perder el dominio de uno mismo es peor que un tumor?

-Sí, son enfermedades más dramáticas, y que tienen mayor importancia a medida que la población envejece. Llegamos más personas a una edad avanzada, y estas enfermedades eclosionan más.

-¿Cómo convivir con el alzhéimer de una forma «un poco más confortable», como usted decía?

-Creando un cierto clima social de comprensión de la enfermedad. Esto es importante. Primero, porque el cuidador, la persona sobre la que recae la carga, no se ve tan aislado. Y, segundo, porque con un mayor análisis de la enfermedad se estimulan las ayudas y las promociones sociales que sirven de prótesis, prótesis sociales, a estos problemas.

-¿Prótesis sociales?

-Hablo de los centros de día, donde las personas pueden pasar parte de la jornada, y a la vez convivir en sus propias casas y seguir con la vida familiar. No tienen que ser simples guarderías de personas durante unas horas, sino facilitar que los cuidadores puedan desempeñar su papel. Y también dar dignidad a la enfermedad en cuanto a que los pacientes estén haciendo tareas útiles y contribuir de alguna forma a retardar la evolución de la enfermedad.

-¿Hace falta mucho más apoyo público para estas enfermedades?

-Creo que la iniciativa privada siempre irá por delante, pero evidentemente tiene un coste. Y la iniciativa pública puede hacer dos cosas: desarrollar sus propias capacidades y contratar con el sector privado las plazas necesarias. No creo en la separación público-privado, sino en un buen entendimiento y en un uso de la energía social allí donde esté.

-Pese a las expectativas, en el alzhéimer los tratamientos apenas han avanzado.

-Los tratamientos farmacológicos son muy limitados y prácticamente son sintomáticos, o sea, corrigen síntomas, que ya es importante, porque hay personas que tienen trastornos del sueño, ansiedad, agresividad… y esto dificulta la convivencia. Los tratamientos antialzhéimer propiamente dichos son poco útiles fuera de una etapa inicial. Por lo tanto, son más importantes los diagnósticos precoces, de modo que estos tratamientos puedan servir para apoyar a los pacientes y compensar parte de su evolución desfavorable durante unos años. Los tratamientos biológicos, que son la promesa frente al alzhéimer con su capacidad de bloquear las proteínas anormales y detener el proceso de deterioro, todavía están en fases poco desarrolladas.

-De vez en cuando surgen noticias espectaculares, por ejemplo se habla de vacunas.

-Son tratamientos biológicos, cuyo objetivo, ya digo, consiste en bloquear las proteínas. Unas veces porque estimulan las defensas y las hacen capaces de destruir los materiales orgánicos que se alteran en la enfermedad de alzhéimer. Otras veces porque se aportan proteínas ya fabricadas que bloquean ese proceso. En todo caso, aunque hay ensayos muy importantes, aún no han dado lugar a soluciones generalizadas.

-¿Ve lejanas este tipo de terapias?

-No creo que estén lejanas. El problema es que probablemente no estemos hablando de un solo tratamiento, sino de moléculas diversas y pasos diversos para ralentizar la enfermedad. No va a ser una pastilla. Podrán requerir hospitalización, aplicaciones que no van a ser por vía oral… Por otra parte son muy costosas.

-¿Podrán pagarlos los enfermos y sus familias?

-Es un problema muy difícil. Naturalmente, al principio son de muy alto costo. Luego, cuando se generalizan, se abaratan. Pasa con los tratamientos antivirales y con todas las terapias biológicas, que son la gran revolución de la medicina actual.

-¿Teme que las enfermedades más directamente derivadas del envejecimiento hundan la sanidad pública?

-Exigen un nuevo usuario. La sanidad concebida como sanidad pública desde la cuna hasta la tumba, que otorga protección al individuo, fue útil para el siglo XX, pero probablemente no lo sea para el XXI. El individuo tendrá que ser mucho más activo y tomar sus propias medidas, sobre todo de prevención. Debe cuidarse de una forma más efectiva y ser más gestor de su propia salud.

-¿Qué medida preventiva recomienda para tratar de librarse del alzhéimer?

-Lo primero es la prevención del envejecimiento. Las enfermedades del envejecimiento son cuatro: el cáncer, las cardiovasculares, las osteoarticulomusculares (artrosis, enfermedades óseas…) y el cuarto gran grupo son las enfermedades neurodegenerativas (el alzhéimer, el párkinson, las degeneraciones frontotemporales…). Todas ellas se benefician de dos cosas: de la dieta y del ejercicio físico. Son dos elementos comunes a cualquier práctica preventiva. Pero es que las enfermedades neurodegenerativas tienen tres peculiaridades que exigen otras tantas actitudes esenciales. La primera es aumentar la reserva cognitiva, que cuanto antes comienza más frutos da.

-¿Reserva cognitiva? ¿Consiste en…?

-En tener los conocimientos como objetivo permanente, tratar de aprender algo todos los días y ordenarlo en la mente. Esto requiere una cierta tutela.

-¿La segunda?

-Gestionar bien las emociones, en las que intervienen las convicciones, el dominio de las propias pasiones… Lo mismo: cuanto más precozmente se haga, mejor.

-¿Y la tercera?

-Las habilidades sociales, porque los problemas no existen en un mundo aislado, sino en un mundo social, que debe ser gestionado con cierta eficacia. Por ejemplo, favorecer el ser estimado, la empatía hacia los demás… Esto no se hace en un laboratorio, sino que hay que practicarlo. Y de algún modo también ayuda a que el cerebro se mantenga en forma.

-Hay personas que a partir de cierta edad empiezan a confundir los lapsus de memoria con un principio de alzhéimer.

-Hay una forma clara de diferenciarlo. Todos tenemos algún lapsus. Lo corriente es que se refieran a cosas que usamos menos y que después, a lo largo del día, se nos aparezca ese dato que no habíamos encontrado. Mientras que en los que padecen una de estas enfermedades lo que se pierde son las cosas recientes. En el libro se detallan algunos aspectos para diferenciar una cosa de otra.

-Parece que publicar un libro con 72 años es una forma de espantar el alzhéimer.

-No me planteo así las cosas. Es verdad que tengo más tiempo que antes, pero desde que tengo 15 años siempre he sido propenso a hacer muchas cosas.

 

 Pablo ÁLVAREZ www.lne.es