¿Por qué la sucesión del día y de la noche controla nuestro ritmo vigilia-sueño? ¿Por qué el ánimo decae cuando comienza el otoño y se acortan los días? La vida en este planeta parece estar gobernada por un ciclo solar de 24 horas y una gran parte de nuestras variables fisiológicas y de comportamiento presentan ritmos de aproximadamente este tiempo, conocidos como circadianos y entre los más representativos está el de dormir y despertar.
Tenemos un reloj interno, el sistema circadiano, que mantiene sus ritmos, incluso en ausencia de estímulos ambientales, lo que sucede es que sin la presencia de señales que provengan del exterior éstos comienzan a oscilar con un periodo superior o inferior a 24 horas. Las personas aisladas siguen teniendo sueño y vigilia, pero experimentan ciertos cambios en las fases del patrón. Los experimentos llevados a cabo en este sentido han encontrado que el reloj interno comienza a funcionar más despacio cuando pierde por completo las referencias temporales externas.
En los seres humanos, la luz es una señal externa que activa ciertos receptores en nuestros ojos, conocidos como células ganglionares de la retina. Estos receptores influencian directamente una estructura dentro de nuestro cerebro (el llamado Núcleo Supraquiasmático (NSQ), que se encuentra en el hipotálamo y está compuesto por una red de miles de células nerviosas, y cuya actividad da lugar a los patrones celulares, fisiológicos y de comportamiento de nuestro cuerpo). Cuando estos receptores captan variaciones en la luz ambiental, realizan un ajuste, poniendo el mecanismo en hora.
Con el envejecimiento se producen cambios morfológicos y neuroquímicos del reloj interno que, unidos a factores externos, como puede ser una disminución a la exposición de la luz solar, provocan un desajuste de los ritmos biológicos de las personas mayores, que se traduce en problemas de sueño y alteraciones anímicas, entre otros trastornos.
«Los ancianos duermen de manera distinta a los jóvenes», explica Cristina Nicolau, investigadora del grupo de Neurofisiología de la UIB, «presentan un sueño fragmentado que está relacionado con la desorganización de los ritmos circadianos. Muestran un avance de fase por lo que se acuestan y se levantan más pronto de lo que deberían, despertándose varías veces a lo largo de la noche. La alteración del ciclo sueño-vigilia, en principio, no es patológico, forma parte de la fisiología del envejecimiento».
Y si la cantidad de luz influye en el sueño y el estado de ánimo ¿podría la exposición a una fuente de luz artificial de intensidad similar a la solar ayudar a combatir determinados trastornos?
Se ha visto que la luz a primera hora de la mañana ayuda ajustar los ritmos circadianos; le da pistas al reloj interno para que sepa mejor cuando es de día y de noche. Y uno de los tratamientos empleados para evitar los adelantos o retrasos de fases es la exposición a una luz brillante de intensidad similar a la solar.
El equipo de investigación de Neurofisiología de la UIB ha realizado varias experiencias de luminoterapia en centros de día y residencias de la tercera edad aplicando a personas con distinto grado de deterioro cognitivo luz brillante entre 7.000 y 10.000 lux, obteniendo resultados muy positivos. «El sueño mejoró y también el estado de ánimo», informa Nicolau. «Estaban más tranquilos, menos agitados y si se despertaban por la noche les costaba menos volver a conciliar el sueño».
El primer trabajo de estas características lo llevaron a cabo con usuarios que acudían al centro de estancias diurnas Verge María de Nuria. «Este lugar, situado en el centro de la ciudad, era poco luminoso», comenta Nicolau, «y la mayoría de las personas tenían limitaciones de movilidad por lo que decidimos darles luz con una lámpara de luminoterapia. Era como llevarles el sol a casa».
«Para realizar este estudio los participantes portaban tres sensores que detectaban luz, actividad y temperatura», continúa. «Son muy fáciles de llevar; uno va colgado al cuello y los otros dos en el brazalete y la muñeca. El primero mide la intensidad de luz a la que están expuestos, el segundo la actividad del portador y el último su temperatura. Proporciona mucha información porque permite medir indirectamente el sueño y saber cómo se ajustan los ritmos circadianos. Mediante diferentes tipos de test se evaluó también la parte emocional, para saber si estaban más o menos agitados y ver cómo procesaban las emociones».
Posteriormente, este equipo realizó otro estudio similar en la residencia de la Bonanova y en fecha próximas comenzará a colaborar con la Fundación SARquavitae en un nuevo estudio sobre la influencia de la luz en las personas mayores, monitorizando a usuarios de Can Carbonell. Se medirán, entre otros, los ritmos biológicos, y cambios emocionales de los ancianos de la residencia y de los que acuden regularmente al centro de día, para observar la influencia de la luz en la calidad de su sueño, nivel de agitación y estado de ánimo.
La principal novedad del proyecto de Can Carbonell es que no se aplicará luz artificial. «En este lugar no tendremos que emplear ninguna lámpara porque dispone de una iluminación excelente. Simplemente vamos a colocar los sensores a los ancianos y ver su ajuste de los ritmos circadianos comparado con otros centros».
En principio, el trabajo se llevará a cabo con unas 30 personas con diferentes grados de trastorno -desde el deterioro cognitivo leve a demencias-. «Formaremos subgrupos para ver si la mejora es similar en todos y, además, haremos test de memoria y de aprendizaje para ver su evolución, porque se ha comprobado que la luz y el ajuste de los ritmos circadianos, indirectamente, también favorece la memoria y el aprendizaje. Nuestra intención es poder realizar esta investigación en otras residencias y centros de día para que la muestra sea grande».
El grupo de Neurofisiología de la UIB lleva 30 años estudiando el sueño. Toda su investigación, directa o indirectamente, está relacionada con este tema y una de sus áreas de trabajo es la del sueño en ancianos y los ritmos circadianos. «No se le presta la suficiente atención. Las personas mayores suelen tener problemas de movilidad y cuando los centros o sus domicilios están situados en calles con intensidades de luz muy bajas se tendrían que adaptar».
Según Nicolau sería muy beneficioso para las personas mayores disponer de lámparas portátiles para que cuando se levanten se expongan a la luz. La más adecuada es la luz blanca de unos 10.000 lux -un día de primavera luminoso tendría esta intensidad-.
Fuente: alzheimeruniversal.eu